El poder del Agradecimiento versus las consecuencias de la Queja

CUANDO CONVIERTES EL AGRADECIMIENTO EN UNA RUTINA TU VIDA CAMBIA

Llevaba mucho tiempo leyendo y escuchando acerca de los “mágicos” efectos de agradecer a la vida. 

Algunos autores le dan una visión más racional-psicológica (asociándolo a la PNL -programación neurolingüística- y sus positivos efectos sobre el cerebro humano), y otros ofrecen una visión más esotérico-espiritual (afirmando que cuando el agradecimiento se convierte en una rutina entonces tu vibración cambia -se incrementa- y de esta forma cambian también las cosas que atraes a tu vida -para mejor-.

Es cierto que si paramos a reflexionarlo, la mayoría de las veces no somos conscientes de lo realmente afortunados que somos ni de todos los motivos que tenemos en nuestra vida para ser agradecidos (salud, dinero, trabajo, familia, amigos, amor, una casa para vivir, una cama para dormir, alimentos que comer, gente a nuestro alrededor que nos quiere, etc.).

Dicen que uno no es consciente de lo que tiene hasta que lo pierde. Esto pasa mucho con el tema de la salud: uno no valora lo bueno que es estar sano hasta que enferma.

Y así suele actuar el Universo: si te quejas constantemente por lo que no tienes, en algún momento la vida te quitará algo de lo que tienes para que entonces comprendas lo bien que estabas antes; es decir, para que entiendas que no tenías motivos reales para quejarte. Así de duro y claro es el Universo.

La queja atrae la carencia y el agradecimiento la abundancia.

MI EXPERIENCIA PERSONAL: LOS EFECTOS DE AGRADECER

Hace años comencé a practicar el agradecimiento diario. Todos los días al levantarme agradecía a la vida por lo bueno que me daba, e incluso llegué a colgar varios carteles en mi casa y en el trabajo con leyendas de agradecimiento y positividad para multiplicar los impactos cada día.

“GRACIAS, GRACIAS, GRACIAS” leía inevitablemente varias veces al día, incluso aquellas jornadas un poco complicadas.

Y la realidad es que, bien sea por la PNL ó bien sea por el cambio de vibración, pero las cosas comenzaron a cambiar.

Además de empezarme a ir todo mejor he de decir que también comencé a afrontar las situaciones y problemas de otra manera, con un mayor optimismo. Parecía como si los problemas fueran cada vez menores, y como si tuviera la garantía de antemano de que se fueran a solucionar.

Por el contrario, los momentos tranquilos y felices representaban cada vez un mayor porcentaje del día a día.

De hecho debo reconocer que la mejor época de mi vida (y en la que más proyectos personales y profesionales he visto salir adelante) ha sido en la que he practicado el agradecimiento.

SINCRONICIDADES

Cuanto más agradecía, más habituales comenzaban a hacerse las “sincronicidades” en mi día a día: matrículas con números repetidos, plumas en mi camino, canciones con mensaje que suenan en los lugares más insospechados, etc.

Todos estos signos parecían indicarme que estaba yendo por el camino correcto, que tal y cómo estaba planteando la vida (con agradecimiento) lo estaba haciendo bien.

LOS EFECTOS DE DEJAR DE AGRADECER: TODOS SOMOS HUMANOS

Sin embargo, hace poco tuve un par de semanas bastante agobiantes. Se me juntaron muchas cosas que por varios motivos no gestioné adecuadamente, y el estrés comenzó a hacer mella en mí (cosa que no me pasaba desde hacía bastante tiempo gracias en parte a la costumbre del agradecimiento diario).

Normalmente al ir a trabajar tenía la costumbre de agradecer siempre al pasar por delante de dos puntos clave en el trayecto: uno era delante de una escultura de la Virgen de Fátima, y otro delante de una escultura de pieda muy mágica del arcangel Miguel.

De esta forma como mínimo me garantizaba agradecer 4 veces al día (dos a la ida y dos a la vuelta). Y es cierto que la vida me ha ido bastante bien, mucho mejor que la época en la que no agradecía nada.

Sin embargo, en una de esas semanas estresantes las que las cosas no me salían como yo esperaba: temas profesionales y personales estancados, algunos problemillas, y a mayores me vino un gasto imprevisto muy grande, lo cual me hizo andar pillado de dinero.

Y con este panorama, llegó un punto en que decidí enfadarme con el mundo (y adoptar de nuevo el papel de víctima que desde hacía años había decidido abandonar): “pues ya no voy a agradecer más porque no vale para nada” me dije a mí mismo. Y así lo hice.

Durante dos días dejé de hacer mis agradecimientos diarios, tanto a lo largo del día como al pasar por delante de las dos esculturas. Y mi pensamiento era “si el universo me trata así, entonces no tengo motivos para agradecer. Cuando las cosas cambien volveré a hacerlo”. Es curioso cómo esos dos días de enfado no vi ninguna sincronicidad: todas desaparecieron, cuando lo normal en mi día a día era ver al menos media docena.

Al segundo día de adoptar esta postura de enfado con el mundo, yendo en coche a trabajar por la carretera de las esculturas me para la guardia civil: “le hemos parado porque va vd. a 89 Km/h. cuando el límite de velocidad es 50 Km/h.”, y me sancionaron con una multa de 200 euros por exceso de velocidad gracias a un radar móvil oculto que habían puesto.

Mis primeros pensamientos fueron: “qué mal momento para que me caiga una multa justo ahora que ya andaba pillado de dinero” y “qué bien estaba antes de tener que asumir esta multa de 200 euros: estaba ahogado pero podía ir tirando, y ahora estoy mucho peor”.

UNA CLASE PRÁCTICA DE 200 EUROS

La verdad es que el enfado me duró 1 minuto pues rápidamente me tomé la multa como una clase práctica, un nuevo aprendizaje (o más bien recordatorio) del universo: era el tortazo que necesitaba para cambiar de nuevo mi actitud y regresar a la vibración correcta.

Uno no valora lo que tiene hasta que lo pierde. Tenía motivos de sobra para agradecer antes de la multa, y sin embargo decidí dejar de hacerlo. La multa me demostró lo bien que estaba y lo poco agradecido que estaba siendo con la vida. 

Y sobre todo me recordó que según es tu vibración así te responde el universo con la misma frecuencia: si me enfado con la vida voy a recibir más motivos para estar enfadado (tras la multa llegaría sin lugar a dudas otro conflicto, y tras él otro más). Sin embargo si vivo agradecido llegarán a mi vida más motivos por los que estar agradecido.

El agradecimiento atrae la abundancia, la queja atrae la carencia.